ESTADO DE CHOQUE.
GARCÍA PULIDO JUAN MANUEL.
DIPLOMADO DE AEROMEDICINA Y TRANSPORTE DE CUIDADOS CRITICOS.
GENERACIÓN V.
ESTADO DE CHOQUE.
INTRODUCCIÓN.
El estado de choque es un
síndrome clínico que se produce como consecuencia de una perfusión inadecuada
de los tejidos. Con independencia de la causa, el desequilibrio entre el aporte
y las necesidades de oxígeno y sustratos inducido por la hipoperfusión provoca
disfunción celular. El daño celular que genera el aporte insuficiente de
oxígeno y sustratos también induce la producción y liberación de los modelos
moleculares asociados a la lesión y mediadores inflamatorios que reducen aun
más la perfusión por cambios funcionales y estructurales en la
microvasculatura. Esto lleva a un circulo vicioso, en el cual el trastorno de
la perfusión ocasiona la lesión celular provocada por una mala distribución del
flujo sanguíneo, lo cual dificulta aún más la perfusión celular; esta última es
la causa de la insuficiencia de múltiples órganos y, si no se interrumpe el
proceso, de la muerte. Las manifestaciones clínicas del estado de choque son
consecuencia, en parte, de las respuestas neuroendocrinas simpáticas a la
hipoperfusión, así como de la alteración de la función orgánica que induce la
grave disfunción celular.
Cuando es muy intenso o persistente, el aporte insuficiente de oxígeno
origina lesión celular irreversible y solo el rápido restablecimiento del
suministro de oxígeno puede frenar la progresión del estado de choque. Por lo
tanto, la estrategia terapéutica fundamental es reconocer a tiempo el estado de
choque manifiesto o inminente e intervenir de forma inmediata para restablecer
la perfusión. Esto a menudo requiere la expansión o el restablecimiento del
volumen sanguíneo. Es imprescindible controlar a la vez cualquier proceso
patológico desencadenante (ej. Una hemorragia persistente, un trastorno de la
función cardiaca o una infección).
El estado de choque clínico en general se acompaña de hipotensión, es
decir, una presión arterial media <60
mmHg en personas previamente normotensas. Se han diseñado muchos sistemas de
clasificación en un intento por sintetizar los procesos, en apariencia
diferentes, que llevan al estado de choque. Desde el punto de vista clínico
puede ser difícil ajustarse de manera estricta a la clasificación, porque en un
determinado paciente es frecuente que se combinen dos o mas causas de estado de
choque.
ANATOMIA Y FISIOLOGÍA DEL LA
PERFUSIÓN TISULAR.
El trabajo de la perfusión ocurre a nivel capilar. Para que esta sea
adecuada, el cuerpo requiere de un sistema respiratorio intacto (para una
adecuada hematosis), una cantidad suficiente de sangre que es rica en oxígeno y
nutrientes, un corazón funcional y un sistema de vasos intactos para
transportar la sangre. Si cualquiera de estos sistemas funciona de forma
incorrecta, el resultado puede ser una perfusión inadecuada.
SISTEMA RESPIRATORIO.
Los bronquiolos tienen sitios de receptores ß2 a lo largo del árbol
broquiolar. Cuando se estimulan, los sitios receptores ß2 dilatan el musculo
liso que rodea los bronquiolos. Dos terceras partes del árbol bronquiolar están
inervadas por el sistema nervioso parasimpático. Este ultimo estimula a las
células caliciformes para que produzcan moco. El objetivo del moco es atrapar a
la materia particulada que se inhala. En conjunto, los sistemas nerviosos
simpático y parasimpático controlan el diámetro interno de los bronquiolos.
Los alveolos y los capilares que los rodean tienen características y
funciones especiales que son importantes en los estados de choque. Las células
especializadas dentro de los alveolos producen surfactante o agente
tensoactivo, una lipoproteína similar a un detergente que mantiene a los
alveolos abiertos, reduce la tensión de la superficie y mantiene a los alveolos
secos. Si la producción de este es ineficiente o se ve alterada, la tensión de
la superficie alveolar aumenta y resulta en colapso alveolar, reducción de la
expansión pulmonar y aumento del trabajo de la respiración.
Junto con la producción de surfactante, otras células especializadas dentro
de los alveolos producen una enzima (ECA) que, cuando se libera al torrente
sanguíneo, convierte la angiotensina I en angiotensina II. Es un poderoso
vasoconstrictor que también estimula la secreción de aldosterona, que ayuda a
conservar el agua corporal. La estimulación y acción de la angiotensina II son
muy importantes en estados de choque. Lo que es igual de importante e que las
paredes alveolares y capilares son muy sensibles a la acumulación de toxinas
dentro de la sangre y a acidosis.
Cuando las paredes alveolares se dañan y aumenta su permeabilidad, las
células que producen ECA pueden volverse ineficientes o incluso no lograr
iniciar la conversión de angiotensina I en angiotensina II. El resultado final
es una capacidad comprometida para responder al choque.
CORAZÓN.
La perfusión tisular adecuada depende del gasto cardiaco, que se define como la cantidad de sangre expulsada
del ventrículo izquierdo cada minuto. La formula clásica para calcular el gasto
cardiaco ( en litros por minuto) es el volumen
latido (mL de sangre bombeada por el ventrículo izquierdo con cada latido)
multiplicado por la frecuencia cardiaca (latidos por minuto).
Para mantener el gasto cardiaco, el musculo cardiaco requiere de suficiente
oxigeno y glucosa para producir suficiente energía, que permita mantener la
carga de trabajo. El musculo cardiaco es extraordinariamente durable. Sus
contracciones están afectadas por lo que se conoce como el mecanismo de Frank-Starling.
El cual se refiere que entre más se estire el musculo cardiaco, con más
fuerza se contraerá. El mecanismo de
Frank-Starling es el mecanismo vital que mantiene la perfusión cuando se
esfuerza. Sin embargo en algunos pacientes, el musculo o la estructura del
corazón que se ha dañado y ha perdido su capacidad para responder por completo
al estimulo de la precarga. Si el musculo cardiaco no esta sano o carece de
oxigeno o glucosa suficientes para satisfacer la demanda, el resultado puede
ser insuficiencia cardiaca.
VASOS.
Debido a que el sistema vascular del cuerpo es tan extenso y el volumen
sanguíneo total relativamente pequeño (5 a 6L ), la regulación del flujo
sanguíneo es un proceso constante y critico. El cuerpo regula el flujo
sanguíneo al controlar ya sea el tamaño
del os vasos o la cantidad de flujo a los mismos.
Como ya se había mencionado los sistemas simpático y parasimpático
participan en el control del tamaño de los vasos, mediante la estimulación de
los sitios receptores en las paredes de los vasos. El sistema de arteriolas
tiene una pared muscular más gruesa, de modo que responde mejor a la
vasoconstricción. En condiciones normales, hay cierta cantidad de tono en las
paredes de los vasos. Las arteriolas regulan el flujo de sangre a los lechos
capilares. En si mismo tienen el grosor de una capa de células y permiten el
intercambio de sustancias a través de uniones entre las células endoteliales,
por medio de fenestraciones y mediante difusión o transporte activo en las
vesículas. En la unión de las arteriolas más pequeñas (metaarteriolas) y los
lechos capilares se encuentran los esfínteres precapilares se encuentran los
esfínteres precapilares. Estos se contraen y relajan para regular el flujo
sanguíneo hacia los lechos capilares. La función de los esfínteres está influida
por la demanda de oxígeno por parte de las células, su necesidad de nutrientes
y la acumulación de ácidos metabólicos y otras toxinas que cambian el pH.
Cuando las arterias y las venas responden a la estimulación α mediante
vasoconstricción, hay un aumento en la resistencia vascular periférica, o Poscarga, que se define com la
resistencia contra la cual el corazón debe bombear. La constricción venosa
también desempeña un papel importante en gobernar la precarga, que a su vez
afecta el volumen latido y el gasto cardiaco. En el choque, la derivación de
sangre a los órganos vitales se convierte en la prioridad del cuerpo. Debido a
que hay más venas que arterias en el cuerpo la venas y las vénulas sirven como
un reservorio de sangre cuando se necesita. Cuando el mecanismo de la
vasoconstricción falla, la misma proporción de venas a arterias pueden provocar
hipovolemia relativa.
SANGRE.
La sangre desempeña una función
clave en la perfusión. El oxígeno es transportado a las células en la
hemoglobina presente en los eritrocitos y el dióxido de carbono que se
transporta lejos de las células en la forma de bicarbonato disuelto en el pasma
sanguíneo. La sangre es también el principal liquido de transporte para la
glucosa y otros nutrientes, plaquetas y otros factores de la coagulación,
hormonas y sustratos, así como productos metabólicos de desecho.
Las proteínas y otras moléculas
grandes en la sangre ayudan a mantener la presión osmótica del torrente
sanguíneo, que atrae agua del exterior de los vasos sanguíneos. Cuando hay un
déficit de proteínas u otras moléculas, menos agua se lleva al interior de los
vasos y más agua permanece en los espacios intersticiales en el exterior de los
vasos.
Para ayudar a mantener los
sistemas orgánicos que participan en la perfusión funcionando sin problemas y
cumpliendo con las demandas metabólicas extremas provocadas por hipoperfusión,
varias hormonas también entran en juego. Estas hormonas, que se transportan en
el torrente sanguíneo, aumentan las propiedades funcionales de los sistemas
orgánicos.
FISIOPATOLOGÍA DEL CHOQUE.
El choque puede resultar de la
disfunción de cualquier parte de la red de órganos, sistemas y sustancias que
suelen mantener la perfusión. En la insuficiencia de la bomba, la contractilidad
del músculo cardiaco es incapaz de generar un gasto cardiaco suficiente para
suministrar sangre oxigenada. En la pérdida de agua corporal o sangre, no hay
un volumen suficiente o eritrocitos suficientes para suministrar suficiente
sangre oxigenada. En la pérdida del tono vascular, con o sin un aumento de la
permeabilidad, la resistencia vascular sistémica es demasiado baja y la presión
de perfusión a nivel capilar es insuficiente para suministrar oxígeno a las
células. En el caso de una infección masiva, la fiebre aumenta la demanda de
oxígeno, que aumenta la hipoxemia. Las endotoxinas y mediadores inflamatorios
contribuyen a la afección del oxígeno y utilización de glucosa por la célula.
Sin importar la causa, el resultado final es el mismo: afección de la
utilización de oxígeno y glucosa y/o alteración de la difusión a las células.
Las células se autodestruyen, los órganos comienzan a fallar y a la larga el
organismo muere.
Debido a que las causas primarias
del choque difieren y los
tejidos corporales funcionan de forma inadecuada en
diferentes
etapas
de afección metabólica, los signos y síntomas del choque
varían y en ocasiones
entran en conflicto. El color de la piel puede ser ruborizado, pálido o
moteado. La frecuencia cardiaca puede
ser bradicárdica, normal o taquicárdica.
Los pulmones pueden estar claros o llenos de líquido. La temperatura central
puede ser hipertérmica, normal o hipotérmica. Es posible que no haya
sudoración, que ésta sea generalizada o que se limite a la cabeza y el cuello.
Debido a que la hemorragia es la
causa más frecuente de choque, el proceso del choque hemorrágico y las etapas
del paciente que sufre de un choque hemorrágico sirven como basal con la cual
comparar todos los demás tipos de choque. Nuestros pacientes, sin embargo, rara
vez se ajustan a categorías precisas. De modo que no debe confiar únicamente en
una lista de signos y síntomas, sino también obtener una apreciación de los
procesos subyacentes del choque de modo que pueda reconocerlo sin problema,
determinar su gravedad, iniciar el tratamiento apropiado e iniciar un
transporte oportuno.
LAS ETAPAS CLÁSICAS DEL CHOQUE.
El choque es a la larga un evento
celular, que avanza de una serie de cambios celulares definidos al iniciar con
metabolismo aerobio, se extiende al metabolismo anaerobio y a la larga termina
en la autodestrucción celular. Estos cambios resultan en signos y síntomas
observables que se dividen en una serie de etapas que van de leve a letal —de
compensada, a progresiva (descompensada), a irreversible.
1.
Progresión de la destrucción celular en el
choque.
I
|
Célula normal
|
II
|
Ocurren hipoxia e isquemia
celular; comienza en el metabolismo anaerobio; la producción de ácido láctico
aumenta en gran medida, lo que conduce a acidosis metabólica; la bomba de
potasio y sodio falla.
|
III
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Ocurre una desviación iónica;
el sodio se mueve hacia la célula, llevando agua con él
|
IV
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Ocurre aumento del tamaño
celular
|
V
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Ocurre aumento de tamaño
mitocondrial; la falla para producir energía es diseminada
|
VI
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El trastorno intracelular libera
lisosomas y la rotura de la membrana plasmática se hace evidente
|
VII
|
La destrucción celular comienza
|
CHOQUE COMPENSADO.
La reducción del gasto cardiaco
es un factor integral en todos los tipos y etapas del choque. puede ser una
causa, un efecto o ambos. el ciclo del choque hemorrágico comienza con una
disminución en la precarga, que a su vez provoca una reducción del gasto
cardiaco.
Sin importar cuál sea el evento
desencadenante, cuando el gasto cardiaco cae, los barorreceptores en el arco de
la aorta, la arteria carótida y los riñones detectan la caída casi de inmediato
y comienza la compensación, un periodo conocido como choque compensado. Los
barorreceptores envían un mensaje al tallo encefálico, que transmite el
estímulo a la médula de las glándulas suprarrenales para secretar adrenalina y
noradrenalina. La estimulación del sistema simpático depende de una médula
espinal intacta (T1 hasta T12) para llevar el estímulo a las glándulas
suprarrenales.
Las hormonas adrenalina y
noradrenalina son catecolaminas que las glándulas suprarrenales secretan
directamente en el torrente sanguíneo. La adrenalina y la noradrenalina
interactúan con los receptores α (α1 y α2) y β (β1 y β2) ubicados en las
membranas de la mayor parte de los órganos, lo que incluye corazón, pulmones,
vasos sanguíneos y glándulas sudoríparas.
La estimulación de los receptores
α (tanto los receptores α1 como α2 afectan la vasculatura) provoca
vasoconstricción. La vasoconstricción aumenta la precarga y el volumen latido;
ambos contribuyen al gasto cardiaco.
La vasoconstricción ocurre
primero en los órganos que son menos necesarios para la supervivencia
inmediata. Estos órganos incluyen las vías intestinales y la piel (periferia).
El grado de vasoconstricción que se requiere para mantener el gasto cardiaco
controla el grado de palidez que se hace evidente. La palidez puede ser muy
sutil al inicio en pacientes con un tono de piel oscuro. Por lo general, la
palidez es más notoria en las membranas mucosas; en la conjuntiva de los ojos y
en la piel debajo de los ojos; alrededor de la boca y la nariz; y en las manos,
brazos, pies y piernas. La vasoconstricción también hace que la piel se enfríe.
Además de causar
vasoconstricción, la estimulación de los sitios del receptor α causa
diaforesis. Cuando inicia, la diaforesis es sutil, con signos tempranos de
sudor en el labio superior y bajo los ojos.
Los receptores β causan
broncodilatación (receptores β2) y estimulación de la función cardiaca
(receptores β1), y ambos ayudan a compensar la menor perfusión. La broncodilatación
resulta en más oxígeno que llega a los alvéolos pulmonares y, por tanto, a las
células del cuerpo y también promueve la eliminación de desechos en la forma de
dióxido de carbono. Los efectos β1 sobre la función cardiaca se resumen con la
nemotecnia CARDIO:
Los efectos β sobre la
función cardiaca causan un aumento de
C = contractilidad.
A = Automaticidad.
R = Rapidez (frecuencia).
D = Dilatación (de arterias
coronarias).
I = Irritabilidad.
O = Oxígeno (demanda).
En conjunto, las acciones
vasoconstrictoras de la estimulación α y los efectos cardiacos de la
estimulación β aumentan el gasto cardiaco.
El suministro de energía en el
cuerpo se produce al estimular los receptores α y β convirtiendo glucógeno en glucosa. Las células
corporales ( exceptuando hígado, riñón y músculos) tienen reservas limitadas de
glucógeno y pueden apoyar el metabolismo durante solo unas cuantas horas sin
restituir dichas reservas. Estados prolongados de hipoperfusión agotan estos
recursos y contribuyen a la destrucción celular.
En situaciones de urgencia y en
el campo, un indicador aproximado del gasto cardiaco es la presión arterial y
un indicador relativamente confiable de perfusión es el estado mental. La
presión arterial es una función de la fuerza de contracción y la resistencia
contra la cual dicha contracción debe trabajar. Si los esfuerzos compensatorios
son exitosos para estimular de forma suficiente la contractilidad cardiaca y
generar una precarga suficiente mediante la vasoconstricción, el cuerpo
mantiene una presión arterial dentro de límites normales. Además, el encéfalo
está lo suficientemente perfundido de modo que el estado mental será de alerta
a ligeramente ansioso. Como resultado, esta etapa se considera compensada.
Por lo tanto, recuerde que el encontrar una presión arterial normal no descarta
la presencia de choque.
CHOQUE PROGRESIVO (DESCOMPENSADO)
Si el choque continua sin
tratarse, los estímulos al sistema simpático aumentan. El complejo
yuxtaglomerular en los riñones avanza al siguiente paso y estimula la
liberación de hormona antidiurética (ADH) de la hipófisis y aumenta la
liberación de renina. Esta enzima, cuando se libera en la sangre, estimula la
conversión de angiotensinogeno en angiotensina I. En el torrente sanguíneo, la
angiotensina I se convierte en angiotensina II mediante ala acción de la ECA
liberada por los alveolos. Tanto la ECA
como angiotensina II son poderosos vasoconstrictores que constriñen aún mas a
las arteriolas esfínteres precapilares de los lechos capilares y las venas. La
aldosterona actúa directamente cobre los riñones para conservar sodio, que
actúa para conservar el agua corporal. La combinación de mayor vasoconstricción
y conservación del agua corporal apoya aún más la precarga y el volumen latido,
con lo que contribuye al gasto cardiaco.
En este punto, las células y los
tejidos que son irrigados por los lechos capilares están sujetos a una mayor
hipoxemia y el metabolismo anaerobio está diseminado. Como resultado, se
producen cantidades importantes de productos de desecho y se crea menos ATP
(ATP es trifosfato de adenosina, la principal fuente de energía para el
metabolismo celular). A medida que se acumulan ácidos metabólicos, el sistema
respiratorio trata de compensar al aumentar
la frecuencia y la profundidad de la
respiración. El cuerpo puede
mantener un volumen corriente adecuado a frecuencias de hasta
30
respiraciones/min. Sin embargo, a frecuencias por arriba de 30, la frecuencia
supera la profundidad, lo que altera el volumen corriente y contribuye aún más
a la acumulación de desechos en el torrente sanguíneo. Las respiraciones
rápidas y superficiales son características de esta etapa del choque.
El aumento de la vasoconstricción
y la constricción correspondiente de los esfínteres precapilares funcionan para
derivar la sangre a los órganos vitales pero atrapar la sangre restante
causando estasis en los lechos capilares. A pesar de que la sangre a nivel
capilar no se está moviendo, el metabolismo celular continúa. Las reservas de
oxígeno se agotan con rapidez y los productos de desecho se acumulan a una
velocidad exponencial. La estasis puede causar manchas en la piel. La palidez
avanza a cianosis como resultado de hipoxemia e hipoxia tisular. Suele
detectarse cianosis primero alrededor de la nariz, boca, lóbulos de las orejas
y extremidades distales.
Es durante esta etapa –choque
progresivo (también conocido como choque descompensado)- que se
notan los signos clásicos de choque: cambios en el estado mental (somnolencia,
letargo o combatividad) que se hacen pronunciados, en particular cuando se comparan
con los estados mentales iniciales; piel fresca o fría y pegajosa que está
obviamente pálida o cianótica; sudoración diseminada; taquicardia;
respiraciones superficiales rápidas; y una caída de la presión arterial. Si se
ve al paciente en esta etapa, suele ser muy obvio que algo anda mal.
CHOQUE IRREVERSIBLE.
En algún punto de la progresión
del choque, ocurre daño celular por la acumulación continua de ácidos
metabólicos y el empeoramiento del pH. La sangre circulante acaba por volverse
tóxica para las células colindantes. Las membranas celulares empiezan a de-
gradarse, liberando enzimas lisosómicas (sustancias muy ácidas del interior de
las células). Los esfínteres capilares se vuelven ineficaces y dejan de
funcionar, liberando sangre capilar altamente tóxica a la circulación ya de por
sí ácida. Estas toxinas desencadenan la cascada de coagulación y hacen que los
eritrocitos se acomoden en “pila de monedas”, una disposición de cadenas
malformadas. Al no poderse doblar como eritrocitos normales, la pila de monedas
forma microémbolos, alojándose en los lechos capilares de los órganos, lo que
contribuye aún más a la isquemia orgánica. En conjunto, las enzimas
circulantes, los ácidos y los microémbolos irritan el endotelio de los vasos,
lo que activa a los mediadores químicos inflamatorios que contribuyen aún más a
la insuficiencia de los órganos que aún se están perfundiendo —en especial los
pulmones, encéfalo, corazón y riñones. A la larga, mueren suficientes células y
los órganos fallan. Llega el punto en que el choque es irreversible. El momento
exacto en que esto ocurre sólo puede determinarse después de que ha
sucedido.
En esta etapa, la mayor parte de
los pacientes no responde (las excepciones incluyen aquellos con un inicio más
lento del choque). El pulso desaparece; el corazón susceptible puede mostrar
disritmias irritables (p. ej., contracciones ventriculares prematuras [CVP] y
taquicardia ventricular). En ausencia de una disritmia irritable, el ritmo
eventualmente se vuelve bradicárdico. En el ECG, la onda P desaparece, el
complejo QRS se hace más ancho y el ritmo idioventricular avanza a asistolia.
No hay presión arterial detectable y las respiraciones se vuelven agónicas. La
piel suele estar gris o moteada y las manos y los pies tienen apariencia serosa
o cianótica. La producción de sudor se detiene, pero como no ha ocurrido la
evaporación, la piel sigue pegajosa.
Como resultado del empeoramiento
del pH, la cascada de coagulación y el proceso inflamatorio activado, ocurren
ciertas complicaciones frecuentes del choque. Los más frecuentes son necrosis
tubular aguda del riñón, síndrome de dificultad respiratoria del adulto,
insuficiencia cardiaca y síndrome de cerebro hipóxico. Entre los pacientes que
pueden reanimarse en esta fase, la tasa de mortalidad sigue siendo muy elevada.
Esta fase del choque se denomina choque irreversible debido a que el
pronóstico es muy desfavorable. Sin embargo, el apoyo a los sistemas corporales
por el tiempo suficiente para que estos sistemas se recuperen en ocasiones
culmina en un resultado positivo. Sin embargo, si ha ocurrido el síndrome de
cerebro hipóxico, el resultado será desfavorable.
TIPOS DE CHOQUE.
CHOQUE HIPOVOLEMICO
|
Causado por una cantidad
insuficiente de sangre o agua corporal. La causa más frecuente de
hipoperfusión es una pérdida abundante de sangre o hemorragia. El choque
hipovolémico causado por la pérdida de sangre suele denominarse choque
hemorrágico
|
CHOQUE OBSTRUCTIVO
|
Causado por obstrucción, por lo
general mecánica, que previene el regreso de suficiente sangre al corazón (p.
ej., taponamiento cardiaco, embolia pulmonar o neumotórax a tensión)
|
CHOQUE DISTRIBUTIVO
|
Causado por la distribución
anormal de sangre y el regreso insuficiente de sangre al corazón que resulta
de vasodilatación no controlada, permeabilidad vascular extrema o una combinación
de ambas. Existen varios tipos de choque distributivo. Si el trastorno
resulta de una disfunción del sistema nervioso simpático, se trata de choque
neurogénico; si se debe a una reacción alérgica intensa, es un choque
anafiláctico; si es por septicemia (la presencia de bacterias patógenas en la
sangre), es choque séptico
|
CHOQUE CARDIOGÉNICO
|
Causado por una potencia de
bombeo cardiaco insuficiente. La causa más frecuente de choque cardiogénico
es el infarto agudo de miocardio, lo que resulta en la lesión o muerte del
músculo cardiaco y la insuficiencia consiguiente del ventrículo izquierdo
para bombear de forma eficiente. Otras causas incluyen insuficiencia del
músculo distinta a infarto, insuficiencia vascular y frecuencias cardiacas
anormales
|
CHOQUE HIPOVOLEMICO
El choque hipovolémico es el
resultado de una pérdida en el volumen de líquido: sangre, plasma o agua
corporal. Como ya se explicó, la pérdida de sangre se denomina específicamente
como choque hemorrágico. El traumatismo es la causa más frecuente. Las causas
de hemorragia interna incluyen rotura de quiste, embarazo ectópico, rotura de
aneurisma aórtico, hemorragia gastrointestinal y hemorragia vaginal.
La deshidratación es un problema
agudo que se encuentra con frecuencia, en particular en los muy pequeños y en
los ancianos. La pérdida de agua corporal que resulta en deshidratación suele
deberse a vómito, diarrea o ambos o a sudoración excesiva o micción excesiva.
La pérdida al tercer espacio debido a infección, como peritonitis, pérdida de
proteínas u otras causas, es otro mecanismo de pérdida de agua corporal que
puede causar edema grave.
Los signos vitales cutáneos en
el paciente que sufre choque por deshidratación pueden variar un tanto de
aquellos que se aprecian en el choque hemorrágico. La sudoración puede no ser
aparente y la piel tener una mala turgencia. Un dato frecuente en la evaluación
en el paciente deshidratado es piel seca con rigidez. Un dato frecuente que se
aprecia en el choque hipovolémico es la sed. La excepción son los pacientes
ancianos, que pueden tener mecanismos de la sed alterados.
Si sospecha hipovolemia, inicie
una IV de solución cristaloide para restitución de líquidos. Las soluciones
apropiadas incluyen solución salina normal (0.9% de cloruro de sodio) o solución
de Ringer lactato. Administre la solución a una frecuencia de flujo rápida, por
lo general en bolo, de 250 a 500 mL a la vez, y después vuelva a evaluar la
función respiratoria, el estado mental y los signos vitales. En general, entre
más edad tenga el paciente, menor será la cantidad de líquido que recibe en
bolo, mayor será la posibilidad de que evite la precipitación de insuficiencia
cardiaca congestiva. La regla es válida para aquellas personas cuyo corazón ya
está sometido a una mayor carga de trabajo (p. ej., antecedentes de
hipertensión, cardiopatía coronaria y otros trastornos cardiacos subyacentes).
Las investigaciones sugieren que
las cantidades abundantes de solución cristaloide diluyen los factores de la
coagulación. Para ayudar a prevenir este efecto, considere el limitar la
administración de solución cristaloide IV a 3 L. Las presiones sistólicas
mayores de 100 mm Hg se han implicado como una causa de alteración de los coágulos
cuando hay hemorragia interna. Un objetivo del tratamiento con líquidos es
apoyar una presión sistólica entre 70 y 100 mm Hg.
CHOQUE OBSTRUCTIVO.
El choque obstructivo es
una categoría que incluye cualquier obstrucción mecánica, como neumotórax a
tensión, taponamiento cardiaco o émbolos pulmonares, que interfieren con la
precarga, la poscarga o ambas.
Neumotórax a tensión y
taponamiento cardiaco. El neumotórax a tensión y el tamponamiento cardiaco
interfieren tanto con la precarga como la poscarga. A menudo se asocian con
traumatismos, pero también pueden ocurrir como el resultado de varios
trastornos médicos. El neumotórax a tensión puede encontrarse en
pacientes con EPOC cuando una bulla (una burbuja en la superficie del pulmón)
se rompe y hay atrapamiento progresivo de aire pleural. El dolor torácico
pleurítico con disnea aguda y repentina es una queja frecuente con una
ampolla que se rompe de forma espontánea. El taponamiento cardiaco puede
resultar de un gran derrame pericárdico, que puede ocurrir con pericarditis,
rotura de miocardio después de un infarto de miocardio, rotura de arteria
coronaria después de un procedimiento de cateterización cardiaca, leucemia,
insuficiencia renal y ciertos trastornos crónicos. Sin embargo, el taponamiento
es raro fuera de un traumatismo.
Tanto el neumotórax a tensión
como el taponamiento cardiaco se asocian con el fenómeno del pulso paradójico,
distensión de las venas de las manos y el cuello (figura 4-5) y la presión de
pulso estrecha. Un pulso paradójico (supresión del pulso al cierre de la
inspiración) ocurre cuando la presión en los ventrículos aumenta, como en el
taponamiento cardiaco, o cuando la presión en la vena cava (que evita que la
sangre se mueva hacia la aurícula derecha) o la presión en la aorta (que
previene que la sangre salga del ventrículo izquierdo) está elevada por
aumentos unilaterales en la presión en la cavidad torácica, como en el
neumotórax a tensión. Un paciente con taponamiento cardiaco o neumotórax a
tensión puede desarrollar cianosis, la cual suele apreciarse primero alrededor
de la nariz y la boca. Ambos trastornos también resultan en una obstrucción de
la presión venosa, según se hace evidente por la distensión de las venas del
cuello y las manos en la presencia de una presión del pulso estrechan y
en descenso (la diferencia entre las presiones sistólica y diastólica).
El taponamiento cardiaco se
presenta con ruidos pulmonares claros. Un neumotórax a tensión se presenta con
ruidos respiratorios desiguales. En el neumotórax a tensión, el lado afectado
presenta una notable disminución en los ruidos tanto de la inhalación como de
la exhalación, que avanza a una ausencia total de ruidos en el lado afectado,
un signo discriminante que es útil en el campo. El taponamiento cardiaco tiene
ruidos cardiacos distantes. Este signo discriminatorio puede ser difícil de
evaluar
con
precisión en el campo.
Si los antecedentes y la evaluación
física sugieren un neumotórax a tensión, se requiere de oxigenación. El uso de
ventilación con presión positiva suele empeorar el problema. El aumento de la
disnea y la palidez, junto con dificultad para ventilar cuando se administra
presión positiva, son indicadores del desarrollo de un neumotórax a tensión. El
tratamiento de un neumotórax a tensión es descompresión con aguja con una aguja
de calibre grande sobre el catéter. La descompresión con aguja es posible en
dos sitios. El sitio anterior se ubica en el lado afectado entre la segunda y
tercera costillas, en la línea medioclavicular. El segundo sitio es mesoaxilar
en el lado afectado entre la cuarta y quinta costillas. El sitio elegido suele
obedecer a la situación a la dirección médica. En ambas técnicas, la aguja se
inserta por encima de la costilla inferior para evitar lesiones a la vena,
nervio y arteria intercostales que se ubican debajo de la costilla. La
descompresión con aguja debe aliviar la presión y las mejorías en el color de
la piel, frecuencia cardiaca, fuerza del pulso y carácter de las respiraciones
deben tomarse en cuenta.
Si los antecedentes y la
evaluación física sugieren taponamiento cardiaco, el tratamiento es
pericardiocentesis, que suele realizarse en el hospital. En el campo suele
usarse un bolo de líquido para aumentar de forma temporal la presión de
llenado.
Émbolos pulmonares. La
fina red capilar de los pulmones sirve como un filtro natural para los émbolos
microscópicos que se forman en nuestros cuerpos con regularidad. (Los émbolos
suele ser coágulos sanguíneos, pero también pueden formarse a partir de grasa,
médula ósea, fragmentos de tumor, líquido amniótico o burbujas de aire.) En
algunos casos, los émbolos atrapados en los pulmones (émbolos pulmonares)
son de un tamaño considerable o son lo bastante numerosos para interferir con
la función cardiaca al interferir con la precarga al ventrículo izquierdo,
interferir con la oxigenación suficiente de la sangre o ambas.
No siempre hay dolor torácico con
los émbolos pulmonares; sin embargo, de haberlo, suele ser de naturaleza
pleurítica. El paciente a menudo experimenta una sensación de desgracia inminente
debido a los efectos hipóxicos sobre el encéfalo. Es frecuente encontrar
taquicardia y taquipnea. La frecuencia cardiaca aumenta para compensar la
disminución en la precarga o para mantener el gasto cardiaco, en tanto que la
frecuencia respiratoria aumenta para compensar la hipoxemia. Los ruidos
pulmonares suelen ser claros pero dependen del patrón de la lluvia de
coágulos y el intervalo de tiempo. Dependiendo del tipo, extensión y
distribución de la lluvia de coágulos, también puede presentarse una variedad
de signos y síntomas (p. ej., síncope, paro cardiaco o un exantema petequial
fino alrededor del cuello, que es más frecuente con los émbolos de grasa). Los
cambios en la piel pueden variar de palidez a cianosis o a un tinte grisáceo,
en especial alrededor de la nariz y la boca, como resultado de hipoxia.
Además, los émbolos pulmonares
pueden desencadenar una respuesta inflamatoria, lo cual libera químicos que
también pueden producir cambios en los ruidos pulmonares (las sibilancias
localizadas son lo más frecuente) y tos, así como disritmias cardiacas. Entre
las disritmias más frecuentes se encuentran CVP y esfuerzo intermitente del
lado derecho. Estos cambios ECG son más probables cuando ha ocurrido una lluvia
de coágulos a lo largo de un periodo específico, por lo general varios días.
Hay un patrón de S-I, Q-III, T-III (una onda S prominente en la derivación I,
una onda Q definida en la derivación III y una onda T invertida o de bajo
voltaje en la derivación III) que ha sido anunciado como un indicador de
émbolos pulmonares. Sin embargo, este patrón no tiene una alta especificidad o
sensibilidad. Es más prudente mantener un índice elevado de sospecha basado en
la queja principal del paciente y los datos de su evaluación física. El CO2
teleespiratorio puede tener una buena forma de onda, pero baja amplitud, lo que
es indicativo de una baja perfusión pulmonar.
Si los antecedentes y la
evaluación física sugieren émbolos pulmonares, la administración de una
concentración elevada de oxígeno, el asegurar un volumen corriente adecuado, la
vigilancia del ritmo cardiaco y la colocación de un acceso IV son todas medidas
adecuadas para el campo. Si hay choque, el paro cardiaco puede ser inminente.
Por desgracia, no hay una farmacoterapia específica disponible para el
tratamiento de campo de los émbolos pulmonares. El tratamiento de campo es de
apoyo.
CHOQUE DISTRIBUTIVO.
El choque distributivo es
una categoría de choque que resulta de una anomalía en la vasodilatación,
vasopermeabilidad o ambas. La causa suele determinar los signos y síntomas de
presentación. Cuando la vasodilatación ocurre por sí misma, la causa suele ser
choque neurogénico. Cuando la vasodilatación ocurre junto con aumento de la
permeabilidad, la causa suele ser anafilaxia o sepsis. Las exposición a o
ingestión de tóxicos también puede conducir a choque distributivo cuando las
toxinas o tóxicos encontrados en el ambiente o la sobredosis intencional/no
intencional de drogas u otras sustancias causan estimulación masiva del sistema
nervioso parasimpático o bloquean el sistema nervioso simpático.
En condiciones normales, los
vasos sanguíneos mantienen una cierta cantidad de tono, ni totalmente
constriñidos ni totalmente dilatados, con grados diferentes de
constricción/dilatación que ocurren en diferentes tejidos en un momento determinado.
Cuando la demanda metabólica en cualquier tejido aumenta, las arteriolas que
suministran esos lechos capilares se dilatan y los esfínteres precapilares se
relajan, suministrando más nutrientes y oxígeno a los tejidos que los
necesitan. Las vénulas también se expanden para acomodar los productos de
desecho. Cuando la demanda de los tejidos disminuye, las arteriolas se
constriñen, los esfínteres precapilares se aprietan y las vénulas recuperan su
tamaño normal.
Por lo general, los vasos del
cuerpo no se dilatan todos al mismo tiempo. A menudo, cuando unos vasos se
dilatan, otros se constriñen. Este proceso evita una pérdida de presión dentro
del sistema al tiempo al tiempo que permite satisfacer las necesidades metabólicas
de tejidos corporales específicos.
Sin embargo, cuando se presenta
el choque distributivo, una gran cantidad de vasos —en ocasiones todos los
vasos del cuerpo- se dilatan al mismo tiempo. El volumen total de sangre
permanece igual, pero la capacidad de los vasos aumenta. El resultado es
hipovolemia relativa y el gasto cardiaco cae. Con la falta de influencia simpática,
el resultado es bradicardia, lo que contribuye aún más a la caída del gasto
cardiaco. En el caso de una sobredosis de drogas, fármacos o intoxicación, la
sustancia tóxica puede intervenir desde el punto de vista farmacológico con la
transmisión de impulsos a lo largo de los tractos neurales mediante el bloqueo
de neurotransmisores como acetilcolina y adrenalina. Debido a este mecanismo,
una variedad de trastornos, que van de deshidratación (pérdida de
líquidos
corporales) a hipoxia/hipoxemia grave (que interfieren con la captación de
oxígeno, su utilización o ambas)
a interrupción diseminada del tono
vascular pueden contribuir al estado de choque. Cuando ocurre la interrupción
diseminada del tono vascular, el resultado es choque distributivo.
El choque distributivo resulta en
signos o síntomas que difieren de los del cuadro de choque clásico. Los signos
vitales cutáneos pueden no ajustarse al cuadro habitual de choque. En áreas de
vasodilatación, la piel permanece tibia y seca. Es posible que la persona no
sude debido a la falta de estimulación simpática de las glándulas sudoríparas.
Sin embargo, el color de la piel puede cambiar, dependiendo de la causa y
ubicación de un aumento o disminución del volumen sanguíneo. A la larga, la
sangre se acumula en las partes dependientes del cuerpo (por efecto de la
gravedad), lo que resulta en piel enrojecida o de color rosado, pero el mismo
proceso hace que las superficies posteriores palidezcan y en ocasiones se
encuentren cianóticas o con un tinte grisáceo. El momento exacto en que esto
ocurre es muy individual y, cuando una toxina es la causa, puede depender de
qué droga o tóxico y a qué dosis estuvo expuesto el paciente. La vasodilatación
puede a la larga conducir a hipotermia debido a la incapacidad de los vasos
sanguíneos que están cerca de la superficie para constreñirse y conservar el
calor del cuerpo. El choque como resultado de una toxina o tóxico suele
acompañarse de una variedad de otros signos o síntomas. Algunos son tan
específicos de ciertos compuestos que se conocen como toxídromes. Dos de
los signos más comunes incluyen cambios en la frecuencia cardiaca y
respiraciones comprometidas.
La frecuencia cardiaca en el
choque distributivo es muy variable debido a la variedad de causas posibles. Si
una sustancia o un tóxico –por ejemplo, heroína o concentraciones tóxicas de
fármacos recetados, como metildopa o propanolol, o exposición a insecticidas
agrícolas, como organofosfatos o carbamato- ha interferido con el sistema
simpático, la frecuencia cardiaca puede ser lenta. Si la sustancia es
específica para el sistema vascular, la frecuencia cardiaca puede volverse
taquicárdica en un esfuerzo por compensar.
En el choque neurogénico, la
falta de información simpática entrante al miocardio interfiere con la
estimulación de la respuesta taquicárdica a la hipoperfusión en un intento por
aumentar el gasto cardiaco. Puede notarse una frecuencia “normal” o
bradicárdica, incluso en presencia de hipotensión profunda. En este trastorno
específico, la administración de atropina puede ayudar a “revertir” la
bradicardia al eliminar por medios farmacológicos el control parasimpático del
corazón y permitir que ocurra una respuesta cronotrópica. El mantenimiento
exitoso de la reversión suele requerir de dosis elevadas de atropina.
La mayor parte de los casos de
choque distributivo resulta en respiraciones comprometidas. En algunos casos de
choque distributivo inducido por sustancias, el control nervioso del sistema
respiratorio se encuentra gravemente comprometido. El resultado es una
frecuencia respiratoria anormal menor profundidad, patrones respiratorios
anormales o incluso la pérdida del estímulo para respirar. También puede
ocurrir edema pulmonar con el choque inducido por sustancias o tóxicos,
dependiendo de las acciones fisiológicas de la sustancia que se ingirió. Cuando
los antecedentes y los datos físicos sugieren un choque distributivo, el manejo
eficaz del sistema respiratorio puede tener un efecto positivo sobre la
frecuencia cardiaca. En el caso de una sobredosis de narcóticos, el toxíndrome
suele incluir la alteración del estado mental, pupilas con constricción
bilateral e impulso respiratorio deprimido. Sin embargo, la hipoxia cerebral
por un impulso respiratorio deprimido puede superar la constricción pupilar, lo
que resulta en dilatación pupilar bilateral. En cualquier caso, cuando se
sospecha una sobredosis de narcóticos, el antídoto es naloxona mediante bolo IV
lento. La administración en incrementos de 0.4 mg se aconseja cuando el
objetivo es revertir la depresión respiratoria (más que la recuperación del
estado mental normal). Los efectos secundarios de una dosis completa de 2 mg
pueden resultar en un paciente combativo o edema pulmonar.
En el caso de diazepam, el
antídoto es flumazenil. Sin embargo, flumazenil no se recomienda para su uso en
el campo debido al potencial de efectos adversos graves, lo que incluye
convulsiones incontrolables. El glucagón se usa para las sobredosis de
β-bloqueadores (propranolol) y tanto gluconato de calcio como glucagón se
utilizan en las sobredosis de bloqueadores de los canales de calcio
(verapamil). Es útil tener acceso a un centro de control de tóxicos y el
contacto directo con el hospital que va a recibir al paciente puede guiar el
tratamiento. En presencia de ruidos pulmonares claros, los bolos de líquido son
apropiados.
Choque neurogénico. El choque
neurogénico ocurre cuando hay una inhibición del sistema simpático o una
sobreestimulación del sistema parasimpático. Cuando se inhibe o interrumpe el
control del sistema simpático, ocurre vasodilatación generalizada. En el
traumatismo, esta vasodilatación suele ser el resultado de una lesión en el
tallo encefálico o la médula espinal o de hipoxia a la médula espinal, por lo
general por arriba de T6. (El sistema simpático sale por T1-T12). Si el tallo
encefálico está afectado, los centros respiratorios también pueden estar
afectados. En caso de un traumatismo espinal, también hay ausencia de
movimiento por arriba del nivel de la lesión; por lo tanto, el término “choque
espinal” se utiliza cuando el mecanismo es un traumatismo. Las causas médicas
del choque neurogénico incluyen trastornos que interrumpen el suministro de
oxígeno o glucosa al bulbo raquídeo y tumores que comprimen el tallo encefálico
o la médula espinal.
Choque anafiláctico. Es
una reacción alérgica grave y exagerada. Las reacciones alérgicas leves suelen
ser problemas de un solo sistema (p. ej., ronchas) y suelen ser más incómodos
que peligrosos para la vida. En ocasiones, las reacciones alérgicas se
extienden a múltiples sistemas corporales. El grado de interferencia con la
oxigenación y la perfusión normales determina la gravedad de la reacción.
Las reacciones anafilácticas
afectan a múltiples sistemas corporales y ponen en riesgo la vida. El
angioedema hereditario puede poner en riesgo la vida si afecta la vía aérea o
el sistema cardiovascular. El mecanismo de ambas reacciones está muy
relacionado con el sistema inmunológico del cuerpo. La anafilaxia incluye a las
inmunoglobulinas IgE e IgG como desencadenantes para la desgranulación de
mastocitos/basófilos, pero el angioedema hereditario no alérgico puede no
hacerlo. En cualquier caso –anafilaxia o angioedema hereditario- la reacción
puede ocurrir en unos cuantos segundos o puede tardar varias horas después de
la exposición al alergeno o, para el angioedema hereditario, ocurrencia de un
desencadenante como una infección o una lesión menor. Con la anafilaxia, la velocidad
de la reacción depende del grado de sensibilidad que el paciente ha
desarrollado previamente y de la vía de exposición: inyección, ingestión,
absorción o inhalación. Los signos y síntomas iniciales dependen de la
velocidad de la reacción y el órgano blanco. Los órganos blanco dependen del alérgeno
y la concentración local de los mastocitos.
Cuando hay contacto con un alérgeno,
los mastocitos ubicados cerca de las membranas mucosas y justo en el exterior
de los vasos sanguíneos pequeños, así como los basófilos en el torrente
sanguíneo, se desgranulan y liberan cantidades masivas de histamina, triptasa,
quimasa, leucotrienos, citocinas, prostaglandinas, heparina, factores
activadores de plaquetas y otros químicos vasoactivos. Estas sustancias causan
broncocostricción generalizada, contracción de músculo liso y vasodilatación
extrema, así como mayor permeabilidad de los capilares. También ocurre una
marcada pérdida de líquido de la vasculatura hacia los tejidos colindantes. La
histamina tiene una acción rápida y desencadena una reacción inmediata. Los
leucotrienos, citocinas y prostaglandinas aumentan y prolongan la reacción.
Debido a la variedad de órganos blanco, puede ocurrir una gran variedad de
respuestas de tejido anormal, dependiendo del tipo de tejido en el que ocurre
la reacción y de la velocidad de la reacción.
En la piel, la vasodilatación y
la mayor permeabilidad causan enrojecimiento generalizado, urticaria o ambas.
Ocurre comezón intensa por el estiramiento de la piel y el estiramiento
asociado de las fibras nerviosas causadas por la desviación masiva de líquido.
El aumento de la permeabilidad que conduce a la fuga de agua corporal de los
lechos capilares causa edema, que es particularmente notoria en las membranas
mucosas, incluyendo las de la laringe (lo que causa estridor), la tráquea y el
árbol bronquial, provocando sibilancias. La permeabilidad vascular puede ser lo
bastante extensa para provocar desviaciones de líquido hacia los alvéolos (lo
que causa crepitaciones o estridores) y a veces edema pulmonar franco. La
permeabilidad y micro coagulación (por activación plaquetaria) puede ser tan
grande que causa petequias o púrpura.
Los datos físicos pueden incluir
palidez, enrojecimiento, cianosis, petequias, urticaria o cualquier
combinación, dependiendo del alergeno y de los órganos blanco. La contracción
del músculo liso, en combinación con vasodilatación y aumento de la
permeabilidad en el tracto gastrointestinal pueden resultar en cólicos
abdominales, vómito y diarrea prolongada. En las vías respiratorias, las mismas
contracciones y permeabilidad del músculo liso pueden causar broncoespasmo
(sibilancias) y laringoespasmo (estridor) o paro respiratorio.
Choque séptico. El choque
séptico ocurre como resultado de una infección avasalladora. El curso del
choque séptico puede ser prolongado y es posible que se confunda con una gran
variedad de trastornos, como episodios hipoglucémicos. Este tipo de choque
inicia con una infección que desencadena una respuesta sistémica avasalladora
por parte del sistema inmunológico, lo que resulta en hipotensión, hipoperfusión
y disfunción de órgano terminal. La infección puede ser provocada por
bacterias, algunos virus y en casos raros hongos. La bacteriemia gramnegativa
tiene mayores posibilidades de causar sepsis (50% de las infecciones) que la
bacteriemia grampositiva (25% de las infecciones).
Los eventos inflamatorios y
celulares son complejos y relevantes. Cuando un organismo infeccioso en sí
mismo o parte de su cubierta proteínica invade el cuerpo a través del torrente sanguíneo
mediante extensión desde una infección localizada, los componentes (a menudo
conocidos como endotoxinas o exotoxinas) de la capa proteínica estimulan el
sistema inmunológico natural para que libere sus propios mediadores endógenos
(p. ej., citocinas de los monocitos y prostaglandinas de los neutrófilos, junto
con histamina, heparina y factor de necrosis tumoral [TNF]). Cuando se liberan
en cantidades normales, estas sustancias son benéficas para ayudar a localizar
y destruir los organismos invasores e iniciar la reparación tisular.
Sin embargo, cuando esta
respuesta se vuelve exagerada y se extiende a tejidos sanos, hay un profundo
efecto sobre la vasculatura y los sistemas orgánicos. Esta respuesta
generalizada se denomina síndrome de respuesta inflamatoria sistémica
(SRIS). El SRIS se manifiesta por dos o más de los siguientes: 1)
temperatura > 38 °C o < 36 °C; 2) frecuencia cardiaca > 90/min; 3)
frecuencia respiratoria > 20/min o PaCO2 < 32 mm Hg; 4) recuento
leucocitario > 12 000 células/mm3 o < 4 000 células/mm3 o > 10% de
formas inmaduras (bandas). El SRIS es frecuente y puede ocurrir sin mayor
progresión. Sin embargo, si el trastorno continúa, la acumulación de
signos/síntomas a menudo se denomina primera etapa de la sepsis y puede persistir
durante cierto tiempo antes de que ocurran signos de disfunción orgánica.
Cuando el SRIS persiste, ocurren
varias cosas. Los mediadores, que a la larga se acumulan en cantidades
exageradas, desencadenan dos reacciones. Primero, el daño a las células endoteliales
de la vasculatura resulta en la fuga de líquido. El segundo efecto inicia la
cascada de la coagulación en un intento por cercar la infección, pero como ésta
es diseminada o está en torrente sanguíneo, se forman muchos coágulos pequeños.
Debido a que la fuga de líquidos vasculares agrava la hipoperfusión y los
mecanismos para degradar los coágulos sanguíneos están afectados, los tejidos,
órganos y sistemas orgánicos se vuelven isquémicos. El efecto total en los
tejidos y sistemas orgánicos es permeabilidad microvascular, vasodilatación,
isquemia/disfunción orgánica y choque.
Se ha desarrollado sepsis grave
cuando hay hipotensión, hipoperfusión y signos de isquemia orgánica. Estos
efectos suelen reconocerse cuando la producción de orina disminuye o cesa,
cuando hay una alteración aguda en el estado mental o cuando hay acidosis
láctica.
El choque séptico se define como
SRIS con hipotensión, falta de respuesta a la reanimación con líquidos en
presencia de insuficiencia orgánica o una alteración aguda en el estado mental.
Puede ocurrir una gran variedad de signos y síntomas, dependiendo del sitio de
la infección, el microorganismo infeccioso, la fuerza de la respuesta
inmunitaria y la presencia de trastornos preexistentes que afectan al sistema
inmunológico, como enfermedades crónicas como diabetes y cáncer y el uso de
farmacoterapia inmunosupresora.
Se han hecho intentos por
clasificar las etapas del choque séptico. La primera etapa es la etapa
hipermetabólica, en la que el gasto cardiaco aumenta pero las toxinas del
organismo que causan vasodilatación pueden prevenir una presión arterial más
elevada. El paciente puede verse enfermo, pero no grave. En la última etapa,
las toxinas del organismo se han acumulado al punto en que causan una
permeabilidad tan incrementada del sistema vascular que ocurre una caída
precipitosa en la presión arterial, junto con signos de insuficiencia sistémica
de múltiples órganos.
Muchos, pero no todos los
pacientes se presentan con fiebre elevada (> 38 °C). Las excepciones
incluyen a los ancianos y a los muy jóvenes, quienes pueden no tener fiebre o
incluso encontrarse hipotérmicos. La piel puede estar enrojecida o rosada (por
la fiebre) o de muy pálida a cianótica, sobre todo cuando los pulmones están
afectados o en etapas posteriores del choque séptico. Aquellos con tonos de
piel más oscuros pueden no verse muy afectados. El único dato consistente que
ayuda en la identificación temprana de la sepsis y el choque séptico es la
elevación en las concentraciones de ácido láctico. Sin embargo, unos
antecedentes detallados que incluyan enfermedades recientes y fiebre, ayudan a
identificar sepsis como una causa probable, incluso cuando la piel tenga una
apariencia normal.
Por lo general, el sistema de
órganos blanco es el primero en presentar vasodilatación con aumento de la
permeabilidad. Los sistemas orgánicos más susceptibles incluyen los pulmones y
las vías intestinales. A la larga, ocurre vasodilatación marcada por todo el
cuerpo. Debido a que los pulmones son unos de los primeros órganos afectados,
el aumento de la disnea con ruidos pulmonares alterados e hipotensión son
signos tempranos frecuentes de choque séptico. Estos signos pueden confundirse
con insuficiencia cardiaca congestiva o choque cardiogénico, en particular en
ancianos.
El choque séptico suele
determinarse a partir de antecedentes de infección o enfermedad antes del
inicio del choque. Cuando los antecedentes y los datos físicos sugieren que el
problema es choque séptico, el manejo del sistema respiratorio puede variar de
concentraciones elevadas de oxígeno mediante una mascarilla sin reservorio a la
administración de un broncodilatador o intubación del paciente inconsciente. La
reanimación progresiva con solución cristaloide es la siguiente opción de
tratamiento, seguida de la administración de dopamina. La dosis es igual que
para el choque neurogénico, iniciando con dosis bajas y repitiéndolas primero.
CHOQUE CARDIOGENICO.
Ocurre como resultado de una
función cardiaca anormal, que puede deberse a factores como insuficiencia del
músculo cardiaco, insuficiencia valvular o una alteración del ritmo. De todas
las causas de choque cardiogénico, la insuficiencia del músculo cardiaco por
infarto agudo de miocardio es la más frecuente. Sin embargo, el choque
cardiogénico no ocurre hasta que por lo menos 40% del músculo del ventrículo
izquierdo falla.
El choque por infarto agudo de
miocardio, insuficiencia valvular o una frecuencia cardiaca incapaz de mantener
un gasto cardiaco (una frecuencia que suele ser menor de 50 o mayor de 150 en
el adulto) resulta en signos y síntomas similares.
En el choque cardiogénico, una de
las principales diferencias con el choque hemorrágico es la presencia de edema
pulmonar. A medida que las contracciones del ventrículo izquierdo se hacen
menos eficientes, la sangre se acumula en la vasculatura pulmonar. Esta presión
retrógrada altera el equilibrio de la presión hidrostática y la presión del
líquido capilar excede la presión de aire en los alvéolos. El agua del plasma
se fuerza hacia los espacios intersticiales, irritando los bronquiolos y
causando broncoconstricción como un mecanismo protector. A la larga, el agua
corporal entra a los alvéolos.
El edema pulmonar temprano puede
presentarse con disminución de los ruidos pulmonares a medida que el líquido
entra al espacio intersticial y ejerce presión sobre las vías aéreas. Las
sibilancias tempranas (que no siempre se escuchan) son seguidas por
crepitaciones, o estertores, a medida que los niveles de líquido aumentan. El
paciente se quejará de mayor trabajo para respirar a medida que este proceso
continúa. A la larga se desarrolla una tos productiva de esputo espumoso blanco
o rosa teñido de sangre. La cianosis es un signo típico debido a la inhibición
directa de la difusión de gases a través de la membrana alveolar, lo que reduce
la cantidad de oxígeno disponible en la sangre, y debido a la hipotensión, que
disminuye la circulación y la perfusión.
Cuando sospecha choque
cardiogénico, el suministrar oxígeno a concentraciones elevadas y asegurar un
volumen corriente adecuado con ventilación con presión positiva son una
prioridad. Establezca una IV periférica con solución salina normal a una
frecuencia que mantenga permeable la vía. La administración de líquidos es el
primer tratamiento, en tanto que se utiliza el acceso farmacológico en aquellos
pacientes que no responden a la administración de líquidos.
Muchos pacientes que sufren de
choque cardiogénico tienen antecedentes de hipertensión y se han manejado con
diuréticos. Por lo tanto, inicia con un grado de deshidratación además del
choque cardiogénico. En ocasiones, un bolo de líquidos ayuda a apoyar la
perfusión, pero debe administrarse de forma juiciosa, con atención detallada a
los efectos del sistema respiratorio. Es frecuente administrar 250 a 300 mL de
solución cristaloide para estimular el mecanismo de Frank-Starling. Este
tratamiento es especialmente útil para pacientes con infarto de hemicardio
derecho.
El choque cardiogénico puede
relacionarse con la frecuencia, de modo que es importante vigilar el ritmo
cardiaco. La corrección de una frecuencia que altera la perfusión es una
prioridad. Se recomienda atropina (0.5 mg que se repite a un máximo de 3 mg)
para bradicardia sinusal y el uso de un marcapasos externo para otras
bradicardias. Los ritmos taquicárdicos (por lo general más de 150 latidos/ min)
que resultan en choque cardiogénico se manejan mediante sedación y cardioversión
del paciente consciente. Si la presión arterial no justifica la cardioversión,
se requiere de otro tratamiento farmacológico, como adenosina, diltiazem o
ambos.
La dopamina es el fármaco de
elección para el choque cardiogénico que no se relaciona con la frecuencia y no
responde a los líquidos. Las dosis deseadas son de entre 5 y 19 μg/kg/min. Una
dosis típica es de 5 μg/kg/min. El objetivo es empezar bajo y aumentar la dosis
de forma gradual hasta que la presión sistólica sea adecuada para apoyar la
perfusión (según lo indica una presión sistólica de 70 a 100 mm Hg, estado
mental alterado o ambos). El evitar una frecuencia cardiaca rápida, que aumenta
la demanda de oxígeno, es también una consideración importante. Las dosis de 10
a 20 μg/kg/min a menudo desencadenan taquicardia y un efecto vasopresor.
La dobutamina a menudo se discute
junto con la dopamina al considerar tratamientos farmacológicos para el choque
cardiogénico. La dobutamina es un fármaco estimulante simpático sintético que
tiene unas cuantas diferencias en relación con la dopamina. La dobutamina estimula
de forma primaria a los receptores beta con un efecto α mínimo a dosis normales
(2 a 20 μg/kg/min). En comparación con dopamina, dosis por dosis, la dobutamina
ejerce una acción inotrópica más fuerte (efecto sobre la fuerza contráctil) con
una acción cronotrópica comparativamente menor (efecto sobre la frecuencia).
Sin embargo, a dosis más elevadas, dobutamina puede inducir la producción de
noradrenalina endógena, que puede tener un profundo efecto sobre el miocardio.
La dosis es particularmente importante, con dosis tan pequeñas como 0.5 μg/
kg/min que hacen una diferencia significativa.
EVALUACIÓN PRIMARIA.
Es posible que observe primero
los signos y síntomas de choque durante la evaluación primaria del estado
mental del paciente, la vía respiratoria, la respiración y el estado circulatorio,
así como la evaluación de los signos vitales basales. En cuanto sospeche
choque, asegure una vía aérea abierta y administre concentraciones elevadas de
oxígeno, apoyando la ventilación si es necesario. La posición ayuda tanto a la
ventilación como a la perfusión de los pulmones y la perfusión del resto del
cuerpo. Una posición supina o de decúbito lateral proporciona la mayor área de
superficie pulmonar dependiente, que es la que mejor se ventila y perfunde. La
posición supina de decúbito o lateral también es la mejor para ayudar a la
perfusión de órganos vitales como el corazón y el cerebro. Sin embargo, si hay
edema pulmonar, la elevación de la cabeza y los hombros puede aliviar la dificultad
respiratoria. Por último, cubra al paciente para prevenir las pérdidas de
calor.
ANTECEDENTES Y EXPLORACION
FISICA.
Unos antecedentes y una
exploración física detallada y precisa son fundamentales como la base para
determinar el tratamiento adecuado, como líquidos IV y farmacoterapia. El uso
de un fármaco particular para un tipo de choque (p. ej., epinefrina en la
anafilaxia) puede estar contraindicado para otro tipo (p. ej., epinefrina en el
choque cardiogénico). Basará sus decisiones en una impresión de campo sobre qué
el sistema corporal está fallando o provocando la falla.
A medida que continúa la
evaluación del paciente mediante los antecedentes y los datos físicos, esté
alerta a indicaciones de la causa subyacente y el tipo de choque que el
paciente puede estar experimentando. Las herramientas de evaluación como
obtener los valores de CO2 teleespiratorio y la forma de onda, iniciar un ECG
de 12 derivaciones y determinar las concentraciones de glucosa sanguínea (y
concentraciones de ácido láctico si están disponibles) pueden ser invaluables.
Esta información ayuda a guiarlo en la determinación del tratamiento apropiado.
Los sistemas corporales críticos deben apoyarse, siendo el sistema respiratorio
la prioridad.
EVALUACIÓN FÍSICA.
El conocimiento de las relaciones
entre los sistemas corporales y los estados patológicos es invaluable para
relacionar signos y síntomas físicos con los antecedentes y la fisiopatología y
por lo tanto ayudar a formar una impresión precisa de la gravedad de la
situación.
Estado mental. El estado
mental alterado es el primer signo de perfusión alterada. El encéfalo es muy
sensible a la hipoxia, ya sea por hipoxemia o por un gasto cardiaco bajo.
Debido a que el encéfalo es vital para la vida, el cuerpo mantiene la perfusión
a este órgano a toda costa. La adrenalina o noradrenalina que secretan las
glándulas suprarrenales tienen poco efecto directo sobre el encéfalo o su perfusión.
La perfusión del encéfalo está gobernada sobre todo por el gasto cardiaco. Sin
embargo, el encéfalo no responde a concentraciones de noradrenalina y dopamina
producidas a nivel local. Estas catecolaminas actúan sobre el sistema activador
reticular en el tallo encefálico, lo que estimula un estado de alerta o
atención. Esta estimulación contribuye a la ansiedad que suele apreciarse en
las etapas tempranas del choque. A medida que el estado de choque continúa, las
mayores concentraciones de catecolaminas, junto con las mayores concentraciones
de ácidos metabólicos, hipoxia cerebral e isquemia resultan en confusión, desorientación,
agitación y, en estados extremos, combatividad.
En etapas posteriores del choque,
cuando las concentraciones de noradrenalina y dopamina se han agotado, la menor
perfusión cerebral y la isquemia continua de las células encefálicas desencadenan
somnolencia y disminución del estado mental. Debido a la extrema sensibilidad
del encéfalo a las menores concentraciones de oxígeno y mayores concentraciones
de dióxido de carbono y ácidos metabólicos, un cambio en el estado mental es
uno de los primeros indicadores de un aumento en el gasto cardiaco. A medida
que el proceso de choque continúa, el estado mental sigue cambiando. Entre más
lento sea el proceso de choque, más tiempo se mantendrá un estado mental
alerta. En algunos pacientes (p. ej., los ancianos o aquellos con lesión
encefálica), la alerta basal del paciente puede reducirse, lo que dificulta
estas evaluaciones.
Las concentraciones cerebrales de
noradrenalina pueden inhibirse al inicio con una caída en el gasto cardiaco, lo
que resulta en un estado pronunciado de confusión, somnolencia e incluso
estupor como el nivel de consciencia a la presentación.
Signos vitales cutáneos. El
color, la temperatura y la humedad de la piel se encuentran entre las primeras
cosas que los profesionales de salud notan al acercarse.
La vasodilatación de los vasos
periféricos provoca una apariencia de enrojecimiento en los pacientes con tonos
de piel más claros. Los familiares de los pacientes con piel más oscura pueden
encontrar que se ven más oscuros de lo habitual. La vasodilatación tiene tres
causas primarias: (1) disipación de calor, (2) inhibición del sistema nervioso
simpático o estimulación del sistema nervioso parasimpático y (3) interferencia
con la función normal del sistema nervioso, como en el choque séptico. La
vasodilatación con mayor permeabilidad, como en la anafilaxia, puede causar
urticaria o ronchas, que aparecen como marchas grandes, elevadas y pruriginosas
sobre la piel. Las manchas pueden ser concéntricas o irregulares en cuanto a su
forma y se blanquean cuando se presionan. La permeabilidad extrema puede
permitir que los eritrocitos se escapen por la piel, lo que causa petequias,
que aparezcan como un exantema fino de puntos de color marrón que no se
blanquean, en particular en los pliegues cutáneos y el aspecto interno de los
espacios articulares. En ocasiones también es evidente púrpura. Pueden ocurrir,
ya sea petequias o púrpura en ciertas formas de choque séptico.
La vasoconstricción causa una
apariencia pálida. La constricción ocurre como un mecanismo de conservación de
calor o como un método para derivar el volumen sanguíneo. En el caso de choque,
es una respuesta simpática, diseñada para derivar sangre a los órganos vitales
y es causada sobre todo por la estimulación de los receptores α. En condiciones
normales, sólo ocurre vasoconstricción al grado necesario para aumentar la precarga
lo suficiente para mantener el gasto cardiaco. Cuando la necesidad es
relativamente pequeña, el grado de constricción puede no resultar en signos
obvios.
Las áreas del cuerpo que no son
esenciales para la supervivencia son las primeras en ser afectadas por la
vasoconstricción. Este efecto se nota por primera vez en las extremidades, en
particular en los pies y las manos, y en la piel, sobre todo el área facial. La
palidez ocurre de forma más notoria en la conjuntiva y el área alrededor de los
ojos, las membranas mucosas de la boca, el área alrededor de la nariz y la boca
y los lóbulos de las orejas. La palidez es más notoria en estas áreas debido a
su concentración relativamente elevada de los vasos sanguíneos. En la
conjuntiva y las membranas mucosas de la boca, la ausencia de pigmento también
hace a la palidez más notoria. En pacientes con un tono de piel más oscuro, la
vasoconstricción hace que la piel tenga una apariencia cenicienta o gris. En
pacientes asiáticos o de la India, o pacientes bronceados, la piel adquiere un tono
amarillento.
La piel también puede estar
cianótica, con el color azul característico alrededor de la nariz y la boca y
en los lechos ungueales causado por deficiencia de oxígeno en la sangre. En
pacientes con piel más oscura, la cianosis otorga un tono verdoso a la piel.
Las membranas mucosas y las conjuntivas son los mejores lugares para buscar
cianosis. Ésta puede desarrollarse lentamente o hacerlo con rapidez. Los
pacientes con choque cardiogénico, neumotórax a tensión o taponamiento cardiaco
desarrollan cianosis con gran rapidez.
Con algunas causas, como émbolos
pulmonares, puede aparecer una línea de demarcación
o cambio de color. Cuando se
observa esta línea de demarcación, por lo general en la línea de los pezones,
el paciente está en choque extremo. Un aneurisma abdominal puede resultar en
piel manchada sobre el abdomen como resultado de la acumulación de sangre en
los lechos capilares.
La temperatura y la humedad de la
piel también se relacionan de forma directa con la cantidad de adrenalina y
noradrenalina secretadas. Cuando aumentan las concentraciones de adrenalina y
noradrenalina, el metabolismo disminuye en la piel y el resultado es una reducción
en la producción dérmica de calor. A pesar de que el objetivo del cuerpo al
derivar sangre al núcleo es mantener una temperatura central adecuada, el
paciente puede quejarse de que tiene frío. La piel del paciente puede sentirse
fresca o fría. Sin embargo, si la temperatura ambiental es caliente (por arriba
de la temperatura corporal normal de 37 °C), la piel del paciente puede
sentirse tibia a pesar de la derivación de sangre lejos de la piel.
Signos vitales. Los signos
vitales son pulso, presión arterial y respiraciones. Suele incluirse a la
oximetría de pulso como una medición de los signos vitales, al igual que el
tono o color de la piel, temperatura y humedad, así como tamaño de la pupila y
reacción. Las mediciones de CO2 teleespiratorio suelen incluirse como un signo
vital para pacientes intubados.
En corazones sanos, la frecuencia
de pulso tiende a permanecer dentro de límites normales, incluso con un déficit
de volumen de hasta 15%, como resultado de vasoconstricción periférica y de la
capacidad del corazón para aumentar su fuerza contráctil. Sin embargo, el
pulso, junto con los signos vitales cutáneos, es uno de los primeros
indicadores observables de los mecanismos compensatorios asociados con
hipoperfusión. Las características del pulso pueden reflejar el estado de
perfusión de forma más precisa que la frecuencia. La detección del pulso puede
verse afectada por el grado de resistencia vascular periférica. El aumento de
la resistencia periférica tiende a debilitar el pulso, haciendo que sea difícil
palparlo o volviéndolo débil y filiforme.
En algunos tipos de choque, la
frecuencia cardiaca puede ser lenta, como en el choque neurogénico. En el
choque obstructivo, la frecuencia cardiaca puede ser rápida y regular, en tanto
que el pulso es irregular. La irregularidad del pulso es causada por la
obstrucción de los grandes vasos, lo cual resulta en supresión del pulso al
final de cada inspiración completa, un fenómeno que se conoce como pulso
paradójico. El choque cardiogénico puede ser causado por una frecuencia
cardiaca que es demasiado lenta, demasiado rápida, normal o irregular. Además,
un miocardio enfermo es propenso a disritmias.
Las respiraciones son estimuladas
por quimiorreceptores en el tallo encefálico que son sensibles a las
concentraciones de dióxido de carbono y pH (proporción de ácido a álcali) en la
sangre. A medida que el ciclo de choque estimula el metabolismo anaerobio y la
producción de ácido, las respiraciones aumentan su profundidad y frecuencia
para elevar el suministro de oxígeno a la hemoglobina y para eliminar los
ácidos metabólicos del cuerpo a través de una mayor exhalación de dióxido de
carbono. A medida que el ciclo de choque continúa, el aumento en la frecuencia
respiratoria supera la profundidad de la respiración y las respiraciones a la
larga se volverán rápidas y superficiales.
La presión arterial es el último
signo vital que refleja la disminución del gasto cardiaco. Los mecanismos
compensatorios normales de la vasoconstricción periférica, aumento de la
contractilidad cardiaca y conservación desviaciones de líquido mantienen la presión
sistólica hasta que se pierde 25 a 30% del volumen.
En las primeras etapas del
choque, es más probable que el pulso y las respiraciones muestren cambios que
la presión arterial También debe recordar que las mediciones repetidas de los
signos vitales, en particular en las etapas iniciales del choque, son más
valiosas que una sola lectura.
Ruidos pulmonares. Los
ruidos pulmonares pueden proporcionar una valiosa clave sobre las causas
posibles de choque. Los estados patológicos que promueven una alteración en el equilibrio de la presión
hidrostática en la vasculatura pulmonar, lo que conduce a edema pulmonar, a
menudo requieren de intervenciones especificas que pueden estar contraindicadas
para otros estados patológicos. Los ruidos respiratorios también son
indicadores de la respuesta cardiaca a una mayor precarga, en particular en el
paciente anciano con antecedentes cardiacos preexistentes. Si se administran líquidos
IV con rapidez, pueden complicar los problemas del paciente que tiene
antecedentes cardiacos y esta en choque.
Los estados de choque que
promueven el edema pulmonar incluyen choque cardiogénico, choque séptico,
choque anafiláctico y rara vez el choque neurogénico inducido por sustancias. En
etapas tempranas el liquido se fuga de los capilares, aumentando así la
distancia entre la pared de los capilares y de los alveolos, dificultándose así
el intercambio gaseoso. A medida que el liquido aumenta y la presión hidrostática
excede el balance de la presión de aire en los alveolos, el liquido se acumula
en estos, la cual se detecta como crepitaciones o estertores. Debido a que el
liquido sigue la gravedad, las crepitaciones se escuchan primero en las zonas
de declive pulmonar y con mayor facilidad en la espalda. Algunos signos que se
logran apreciar antes de que se escuchen las crepitaciones pueden ser, debido a
que el agua tiende a seguir la gravedad, en un paciente que yace en posición supina,
el agua corporal se asienta en las porciones posterior de los lóbulos
pulmonares y se extiende. Esta situación provoca la sensación de hambre de
aire. El paciente se queja de disnea y quiere sentarse. Cuando el paciente esta
sentado, el agua corporal queda confinada a los lóbulos inferiores de los
pulmones, con un área limitada para su diseminación. Así, la mayor
disponibilidad de espacios aéreos abiertos ayuda a la respiración.
Hipotensión ortostática. La
hipotensión ortostática, también conocida como hipotensión postural, es
una caída en la presión arterial cuando la posición del cuerpo cambia, por
ejemplo, cuando un paciente se sienta o se levanta de forma repentina.
Estos cambios en la posición del
cuerpo alteran los mecanismos compensatorios y el resultado pueden ser signos y
síntomas más obvios. Estos síntomas incluyen cambios en el estado mental,
signos vitales cutáneos (palidez y sudoración) y signos vitales (en particular
taquicardia), así como las quejas del paciente como mareo y náusea.
Algunos consideran que la
hipotensión ortostática es el principal signo diagnóstico de choque temprano.
Como tal, puede ser una útil herramienta diagnóstica para todos los tipos de
choque. Por lo general, esta evaluación se hace después de que el paciente ha
estado acostado en posición supina y se han tomado el pulso y la presión
arterial basales. Entonces, si se obtienen los signos vitales después de que el
paciente es elevado para que se siente o se ponga de pie y la frecuencia
cardiaca aumenta en 20% y la frecuencia sistólica cae en 10 mm Hg, se considera
que existe hipotensión postural. En el campo, el inicio repentino de mareo,
palidez (con o sin náusea o “sensación de desmayarse”) y la desaparición o el
aumento de la frecuencia de pulso son suficientes para sugerir fuertemente un
déficit de volumen.
MANEJO.
El tratamiento apropiado del
paciente en choque, que se realiza con rapidez y de forma eficiente con el
transporte rápido a las instalaciones apropiadas más cercanas, proporciona las
mejores posibilidades de tener un buen resultado. Los principios para guiar el
tratamiento son:
·
Abra la vía aérea.
·
Administre concentraciones elevadas de oxígeno
por medio de una mascarilla con reservorio a 15 lpm o mayor cuando se necesita
para mantener una bolsa de reservorio inflada. En caso de un esfuerzo
respiratorio inadecuado, apoye con una bolsa-válvula-mascarilla con un
reservorio a 15 a 20 lpm a una frecuencia de 10 a 14/min, asegurando un buen
volumen corriente. Si la medición de CO2 teleespiratorio está disponible, ya
sea mediante cánula nasal o tubo endotraqueal, deben evaluarse tanto la forma
de onda y el valor numérico.
·
Establezca un acceso IV con solución salina
normal o lactato de Ringer. Determine la concentración de glucosa sanguínea del
paciente. Administre un bolo de líquido inicial de 250 a 500 mL. Puede
requerirse de líquido adicional, dependiendo del tipo de choque y la respuesta.
·
Coloque el monitor cardiaco. Fíjese si el
ritmo puede mantener la perfusión. Si el ritmo es demasiado rápido o demasiado
lento para apoyar la perfusión, siga las directrices ACLS para corregir las
anomalías de la perfusión; después obtenga un ECG de 12 derivaciones si es
apropiado.
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